La peligrosa seducción de una Femme Fatale
La femme fatale, o mujer fatal, es un arquetipo que aparece a lo largo de la historia en la mitología, el arte y la literatura. Es, además, un personaje clave en las novelas policíacas y del cine negro clásico del siglo XX.
Las femme fatales son siempre mujeres hermosas y muy seductoras, que llevan al desastre a cualquier hombre que intente involucrarse sentimentalmente con ellas. La estrategia de seducción de estas féminas es siempre una mezcla de cualidades contrastantes: frialdad y pasión, ternura y perversidad, atracción y rechazo, deseo y desprecio. Esas mezclas resultan tan atractivas como difíciles de manejar para los hombres desprevenidos, a tal punto que terminan enloqueciendo o dejándose manipular como marionetas.
Desde el punto de vista del feminismo, la figura de la femme fatale cosecha reacciones tan contrastantes como sus atributos de seducción. Por un lado, se la denigra como figura sexista de la fantasía masculina. Por el otro, se la enaltece como personaje subversivo que transgrede las limitadas oportunidades sociales de la mujer.
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Es innegable que la femme fatale es un personaje que encarna muchos tópicos negativos sobre la mujer, pero a la vez resulta polifacético, complejo y misterioso. Su inteligencia es tan esencial para el arquetipo como su belleza. Sus intrigas y ambiciones suelen ser el principal ingrediente de intrincadas tramas literarias.
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Origen de las femmes fatales
El arquetipo de la mujer fatal se remonta a las culturas de la antigüedad. La mitología griega, por ejemplo, está llena de figuras femeninas que atraen a los hombres a la ruina o la muerte. Algunos ejemplos:
- Circe: atrajo a su casa a los hombres de Odiseo y los transformó en cerdos.
- Sirenas: llevaban a los marineros a su destrucción con la dulzura de su canto.
- Clitemnestra: atrajo a su marido, Agamenón, a una falsa sensación de seguridad a su regreso de la guerra de Troya, para luego asesinarlo.
En otras sociedades, aún más antiguas, las leyendas atribuyen la caída de grandes gobernantes a la influencia malévola de una amante. Según la leyenda china, el último soberano de la dinastía Shang fue alentado a vivir un libertinaje extremo por su concubina, Daji. Su depravación acabó provocando la caída de la dinastía.
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Y qué mujer puede ser más fatal que Eva, que convenció a Adán de comer el fruto prohibido en el jardín del Edén y con esa acción condenó a toda la humanidad al pecado original y a la muerte.
Y la lista sigue. Mujeres bíblicas como Salomé, que exigió la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja, y Jezabel, que provocó un conflicto que debilitó a Israel durante décadas. Según la tradición judía, Lilith, la primera esposa de Adán, fue expulsada del Edén tras negarse a obedecer a su marido. Posteriormente se convirtió en un demonio que seducía a los hombres, dando origen a la leyenda de los súcubos.
Fascinación por el misterio
En el movimiento cultural denominado Romanticismo, la femme fatale encajaba bien con la ética del amor trágico y la fascinación por el misterio y la belleza. El arquetipo aparece en muchas obras románticas, habitualmente representado en una malvada criatura sobrenatural disfrazada de dama en apuros. Un ejemplo: “Christabel”, la inconclusa balada gótica de Samuel Taylor Coleridge. Otro: la bella mujer sin piedad del poema “La Belle Dame sans Merci”, de John Keats.
Las mujeres fatales conquistan el cine
En el siglo XX, el arquetipo de las femmes fatales floreció en el cine y la ficción “pulp”. En el cine mudo, actrices exóticas como Theda Bara y Greta Garbo interpretaban papeles de vampiresas en los que sus personajes sensuales y misteriosos atraían a los desafortunados hombres que se enamoraban de ellas.
Las chicas flapper, como Louise Brooks, interpretaban a personajes temerarios pero seductores que contrarrestaban los papeles de vírgenes encantadoras y “novias de América” de los que fueron pioneras Lillian Gish y Mary Pickford. Las primeras películas también ficcionaron las historias de mujeres históricas consideradas mujeres fatales en la vida real, como la reina egipcia Cleopatra y la bailarina y espía holandesa Mata Hari.
Las novelas policíacas y la novela negra de esta época casi siempre tienen como protagonista a un personaje femenino duro y amoral, ya sea una figura clandestina como la mujer de un gángster o un personaje más mundano como un ama de casa insatisfecha, que se aprovecha de las debilidades del héroe masculino y le lleva por mal camino. Muchas de estas historias, escritas por autores famosos del género como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, James M. Cain y Mickey Spillane, fueron llevadas al cine después de la Segunda Guerra Mundial, cuando surgía el estilo del cine negro.
A menudo se considera que la mujer fatal prototípica del cine negro es Barbara Stanwyck en Double Indemnity (1944), conocida en español como Pacto de sangre o Perdición. Su personaje, Phyllis Dietrichson, es una rubia oxigenada con gafas de sol oscuras y tobilleras doradas que atrae a un agente de seguros (interpretado por Fred MacMurray) para que mate a su marido y escenifique el asesinato como un accidente para cobrar una póliza de doble indemnización. Otras mujeres fatales por excelencia del cine negro son Mary Astor en El halcón maltés (1941), Gene Tierney en Déjala en paz (1945), Ava Gardner en Los asesinos (1946) y Rita Hayworth en Gilda (1946) y La dama de Shanghai (1947).
“Si hubiera seguido todas las reglas, no habría llegado a ninguna parte”.
—Marilyn Monroe
Las malas de la película
Los estudiosos han sugerido que el creciente protagonismo de las mujeres fatales en el cine y la ficción de mediados del siglo XX puede estar relacionado con el cambio de roles de género. Durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres trabajaban fuera de casa y se ocupaban del hogar mientras los hombres servían en el extranjero.
La mujer fatal y sus engaños también encajaban con el cinismo y el humor negro del género negro. Comparada con los personajes más maternales o de “niña buena” de la época, aparece como menos pasiva, además de más compleja y convincente. Debido al Código Hays, un conjunto de directrices autoimpuestas que restringían la representación de comportamientos inmorales en Hollywood, la femme fatale solía ser castigada al final de la película.
En las películas neo-noir de finales del siglo XX, las femmes fatales reflejaban los avances sociales que había traído consigo el movimiento feminista, aunque se las siguiera dibujando como el tipo de mujer que hay que evitar. Surge triunfante interpretada por Kathleen Turner en Cuerpos Ardientes (Body Heat 1981) y Linda Fiorentino en La última seducción (1994), dos películas que, por lo demás, siguen de cerca las tramas clásicas del cine negro. Glenn Close en Atracción fatal (1987) y Demi Moore en Acoso sexual (1994) interpretan femmes fatales aggiornadas como mujeres de carrera, vengativas y sexualmente voraces.
Las femmes fatales interpretadas por Pam Grier en Foxy Brown (1974), Anne Parillaud en La Femme Nikita (1990) y Uma Thurman, Lucy Liu, Vivica A. Fox y Darryl Hannah en Kill Bill (2003-04) son pistoleras callejeras, asesinas entrenadas y expertas en artes marciales. Son tan fuertes físicamente como seductoras y bellas. En la comedia de acción real y animación Quién engañó a Roger Rabbit (1988), el personaje de Jessica Rabbit (con voz de Kathleen Turner) rinde homenaje a la clásica femme fatale del cine negro, a la vez que se burla de ella.
La mujer fatal en el siglo XXI
En el siglo XXI, la femme fatale se había vuelto aún más ambigua desde el punto de vista moral. En La chica del dragón tatuado (2005), el escritor sueco de novela negra Stieg Larsson creó a una hacker que se cobra venganza de los hombres que abusan sexualmente de ella. El éxito de ventas de Gillian Flynn, Perdida (2012), en el que una mujer finge su propio secuestro para que parezca que ha sido su marido quien se ha escapado, suscitó un debate sobre la política de género en las relaciones de pareja. Los críticos no se ponían de acuerdo sobre si la descripción de la historia de su mortal y engañosa antiheroína era feminista, misógina o incluso ambas cosas.
La femme fatale de la serie de televisión británica de comedia negra Killing Eve (2018-22), es una asesina que acecha a otra mujer. Las embusteras de la película Estafadoras de Wall Street (2019) forman un vínculo fraternal mientras trabajan en un club de striptease y ponen en marcha un plan para desplumar a sus adinerados y corruptos clientes de Wall Street. La película Hermosa Venganza (2020), aborda la temática de la violación, relatando la historia de una mujer fatal decidida a vengar las agresiones sufridas por una amiga.
Una maldad que abre caminos
“Las chicas buenas van al cielo. Las malas, a todas partes”. Ese título convirtió en best-seller al libro de autoayuda de una psicóloga alemana llamada Ute Ehrhardt. Lo curioso es que cuando habla de “chicas malas”, la autora no se refiere a mujeres que hacen maldades, sino a aquellas que conocen sus metas y luchan por ellas. Y que, sin importar lo que digan los demás, las alcanzan. Si así son las cosas, si en el mundo actual las mujeres tenemos que ser malas para alcanzar nuestras metas, entonces estoy dispuesta a ser la más mala de todas.