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Relatos

Pasión fugaz bajo la tormenta de Santa Rosa

A mí todavía me cuesta creer lo que me pasó. O mejor dicho, lo que hice que pase. Justo cuando me estaba preocupando por quedarme sin anécdotas para contar, me pasa esto…

Escucha “Pasión fugaz bajo la tormenta de Santa Rosa – Episodio 21” en Spreaker.

Fue en medio de la tormenta de Santa Rosa. Me agarró en la calle, de noche, lejos de casa. Sin paraguas, sin campera, y en una zona donde no había ni un techito, ni un toldo donde protegerme de la lluvia. Olvidate de conseguir un taxi. Iba corriendo entre los charcos, luchando para no patinarme y tratando de llegar hasta la parada del colectivo. Y cuando me faltaban 10 metros para llegar, pasó el colectivo, me bañó con una ola de agua sucia y siguió de largo. Lo putié en ocho idiomas…

Encima era más de medianoche, y hasta que viniera otro me iba a hacer vieja. Miré para todos lados, a ver si había un bar, una estación de servicio, algo donde pudiera entrar y esperar a que pare. Lo único que había a la vista era un albergue transitorio. Y me metí adentro. Y sí, ¿ustedes qué hubieran hecho? De paso, iba a preguntar a ver si me daban una habitación por un rato, a mitad de precio aunque sea, así me secaba un poco mientras esperaba a que pasara el diluvio.

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La tormenta me agarró en la calle, de noche, lejos de casa. Sin paraguas, sin campera, y en un lugar donde no había ningún techo que me protegiera de la lluvia.
La tormenta me agarró en la calle, de noche, lejos de casa. Sin paraguas, sin campera, y en un lugar donde no había ningún techo que me protegiera de la lluvia.

Entré y pregunté por una habitación, pero me dijeron que tenían prohibido dejar pasar a personas solas. Había que entrar en pareja. Por lo menos me tuvieron lástima y me dijeron que podía quedarme ahí sentada en la recepción hasta que pare un poco la lluvia. El problema era que había aire acondicionado, y yo estaba con la ropa empapada. Me iba a dar una pulmonía, capaz que hasta era mejor estar afuera.

Me senté en un silloncito de la recepción a esperar a que aflojara la lluvia o a que me congelara. Lo que ocurriera primero.

Mientras esperaba, veía que entraban parejas y al toque se iban a una habitación. Qué envidia… Me puse a pensar si podría llamar a alguien a que viniera a hacerme la gamba, para que fuéramos dos y me dejaran pasar a una habitación. Pero no para coger, sólo para sacarme la ropa mojada y darme una ducha caliente. Mandé varios mensajes, pero los únicos que me contestaron no estaban lo suficientemente cerca.

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