El placer del exhibicionismo

Es difícil explicar lo que sentimos las personas exhibicionistas cuando nos desnudamos en público. Es una mezcla poderosa de liberación, excitación, empoderamiento y adrenalina. Y toda esa mezcla se traduce en un placer que no se obtiene de ninguna otra manera.

“Mírenme. Esta soy yo. Así soy. No oculto nada.” Todo eso es lo que le escucho decir a mi cuerpo cuando lo expongo y lo libero de la ropa o de lo que sea que lo cubre. Pero no es lo único que expresa. También expresa disconformidad con las normas sociales que se niegan a reconocer los beneficios de permitir que se nos vea tal como somos.

Lo bueno de desnudarse

Si se considera al exhibicionismo como filosofía de vida, se puede llegar a apreciar su potencial para volvernos más auténticos, más dispuestos a aceptar nuestras diferencias, sin que éstas generen rechazos o antagonismos. Pero a mí me han dicho que el exhibicionismo es un trastorno de la conducta sexual, también llamado parafilia, y en ese sentido, lo que me sugieren es que debería tratar de “curarlo”, como se cura cualquier otro trastorno. Sin embargo, yo más que un trastorno lo considero una terapia.

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A mí me sirve desnudarme frente a otros. Y lo voy a seguir haciendo hasta donde me lo permitan las leyes y normas sociales, y mientras no viole los derechos de los demás. El desnudismo no sólo me libera de inhibiciones, sino que me ayuda a aceptarme y a tener más confianza en mi misma. Pero a la vez tengo que aceptar que otras personas pueden no querer verme desnuda y tengo que respetar eso.