Encuentro íntimo en el baño de un avión
Tener sexo en el baño de un avión es una fantasía bastante habitual, especialmente para las personas que viajan mucho, y más si hacen viajes largos. Leé este relato erótico en el baño de un avión y contame qué te pareció.
Me imagino la situación… viajando de noche, varias horas sentada ahí sin saber qué hacer, mirando a la gente alrededor, imaginando qué piensan, qué sienten… pensando en todas las cosas que se podrían hacer para matar el aburrimiento… Mi amiga Carla estuvo en esa situación, y no se quedó con las ganas. Ella les va a contar con lujo de detalles cómo hizo realidad esa fantasía y pasó a formar parte del “mile-high club”.
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Relato erótico en el baño de un avión, por Carla
Viajo bastante por trabajo, y muchas veces me toca hacer viajes largos. A veces tengo que pasar 12 o 14 horas arriba de un avión, y lo peor es que no tengo facilidad para dormirme. No importa que esté cansada, o que me tome 5 whiskys, no hay forma de que me duerma en el viaje. Y lo de empastillarme para dormir tampoco me funciona. Una vez lo intenté y fue un desastre, en cuanto llegué tenía una reunión de trabajo y parecía totalmente drogada.
Me llevo revistas, libros, películas, todo lo que puedo, pero ya llega un momento que no sé qué más hacer. Y otra cosa: no me gusta ponerme a hablar con desconocidos. A veces me tengo que hacer la dormida para que no me empiece a hablar algún pesado que se me sienta al lado.
En uno de los viajes más largos que hice, creo que iba a Sydney, cuando ya no sabía qué más hacer, me puse a mirar a un azafato.
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No sé si por ser hombre se dice azafato o sobrecargo… yo le digo azafato, discúlpenme si está mal.
Este azafato estaba muuuy fuerte, pero era muuuy amanerado. Es muy común que los azafatos sean gays, no sé por qué. Pero este en particular, tenía algo raro. A pesar de que era muy amanerado, yo tenía la teoría de que no era gay. ¿Saben por qué? Porque lo descubrí mirándole el culo a una mina que se levantó del asiento y se estiró para sacar algo del portaequipaje. Y no se lo miró para criticarlo, como haría un gay. Se lo miró con ojos de perro libidinoso. Fue bastante obvio, al menos para mí.
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