El placer de la sumisión
Mi nombre es Vicky, soy una sumisa y me encanta serlo. Me propongo explicar aquí los placeres de la sumisión y contar por qué me gusta tanto ser sumisa.
Quiero aclarar que voy a hablar de el placer de la sumisión como práctica erótica, que nada tiene que ver con ser sumisa en la vida cotidiana. De hecho, yo soy sumisa sólo en la intimidad y con mi amo exclusivamente. En la vida cotidiana, soy todo lo opuesto a una sumisa. Lo cierto es que soy bastante rebelde, y hasta me han criticado de autoritaria y mandona.
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El placer que me da ser sumisa tiene que ver con sentirme en total y absoluta confianza con mi amo. Me siento muy tranquila con él, por que sé que me cuida como una joya y me protege como su posesión más valiosa. Me da mucho placer someterme a su voluntad sin ningún temor, estando dispuesta al ciento por ciento a hacer todo lo que me ordene y dejarlo hacerme todo lo que desee. Es muy placentero tener una relación en la que se puede confiar tan ciegamente en la pareja; al menos para mí.
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Mi amo y yo
Me da muchísimo placer hacer feliz a mi amo. Y acepto mis castigos sin protestar, ya sea cuando me porto mal, cuando le fallo, o cuando hago algo que no lo hace feliz. Sé que sus castigos son justos. No busco el dolor ni deseo el maltrato. De ninguna manera. Pero me excita sentir su dominio sobre mi, me fascina sentir su autoridad. Un psicólogo diría que el placer de la sumisión deriva de asuntos no resueltos con mi padre… tal vez sea eso, quién sabe. Realmente no me importa.
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