Alimentando a las fieras (parte I)

Un relato que surge a partir de un video triple-X. Una fantasía que mezcla múltiples fetichismos, incluyendo juegos de dominación y sumisión.

Sentada con las piernas cruzadas frente al monitor de vigilancia que muestra cíclicamente todas las cámaras de seguridad, observo detenidamente cada ángulo del recorrido que me llevará esta noche, a través de los pasillos oscuros, hasta mi ansiado destino: la celda 24, donde esta tarde han encerrado, a petición mía, a la nueva reclusa.

Después de verificar que se hayan apagado la mayoría de las luces por el toque de queda impuesto por las normas, y que los vigilantes hayan hecho su ronda asegurando todas las celdas, me levanto y salgo en busca de mi premio.

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Me recreo en el suave susurro de las medias de mi uniforme sobre la piel, cuando rozan el borde de mi falda al caminar. Adoro ese ruido sordo y suave de fricción, casi imperceptible, pero que se transmite por mis piernas al andar, dándome la sensación de una caricia continua sobre la parte superior de mis muslos. Me encanta sentirlo y escucharlo en el silencio de los pasillos del centro penitenciario, interrumpido únicamente por el repiqueteo constante de las suelas de mis zapatos al pasar por delante de las puertas cerradas, y el tintineo del llavero que llevo en la mano derecha.