La palabra erógeno proviene del griego Eros, el dios responsable de la atracción sexual, y genos, que significa engendrar o producir. De ahí se desprende que erógeno es todo aquellos que produce atracción sexual. Si hablamos de zonas erógenas de la mujer, nos referimos entonces a aquellas áreas que generan estimulación erótica dentro de la anatomía femenina.
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Es un área del cuerpo humano que presenta una mayor sensibilidad a los estímulos sexuales. Las zonas erógenas, cuando se las estimula, producen una respuesta sexual tal como relajación, pensamientos de fantasías eróticas, excitación y, eventualmente, el orgasmo.
Las zonas erógenas son el objeto de estudio de científicos cachondos que, inevitablemente, le quitan todo atractivo al asunto. Los estudiosos del tema han intentado desde siempre clasificar a las zonas erógenas. Por un lado, están las zonas obvias: clítoris, pene, pezones, ano, etc. Estas zonas erógenas se caracterizan por que en ellas hay una mayor concentración de terminaciones nerviosas.
Te recomiendo leer mi artículo sobre los misterios de la anatomía erótica para aprender más sobre las partes de nuestra anatomía (no sólo la de las mujeres, la de los hombres también) diseñadas especialmente para brindar placer.
Sin embargo, hay otras zonas del cuerpo que no tienen tanta concentración de terminaciones nerviosas, pero que igualmente pueden ser erógenas. Estas zonas pueden ser más o menos erógenas según la forma en que son estimuladas. Los párpados, el antebrazo, el abdomen y las mejillas pueden provocar una respuesta sexual, si bien no son estrictamente consideradas zonas erógenas.
Sería genial poder hacer un mapa del cuerpo femenino y trazar en él las partes del cuerpo que constituyen zonas erógenas. Así los hombres tendrían una idea más clara de cómo hacer gozar a una mujer. Pero las mujeres somos complicadas y no somas todas iguales; por lo tanto, no todas tenemos las mismas zonas erógenas.
Les propongo que hagamos una recorrida desde arriba hacia abajo, a lo largo y a lo ancho, del cuerpo femenino para determinar las zonas erógenas más comunes y las mejores formas de estimular a cada una de ellas. Y en esa recorrida les iré contando cuáles son mis propias zonas erógenas.
Si, el cerebro es la mayor zona erógena de la mujer. El cerebro es el responsable de conectar los estímulos sensoriales con la memoria, la imaginación y las emociones. Una imagen, un sonido, un aroma, un sabor, una textura pueden disparar en el cerebro un recuerdo, una idea o una emoción. Y es el cerebro quien se encarga de combinarlo todo y generar la excitación, el erotismo, el placer que nos brota desde el interior.
Entonces, señores, cuando quieran encontrar las zonas erógenas en una mujer, apunten primero al cerebro. Busquen la forma de estimular nuestras mentes con combinaciones de estímulos e ideas. En mi caso, hay ciertos perfumes sutiles, como el olor del cuerpo de un hombre cuando recién sale de la ducha, que me recuerdan a experiencias pasadas y me hacen arder en deseos.
Una mirada puede erotizar. Tanto cuando miramos como cuando nos miran. Mirar a alguien con cierta intención, o saber que nos están mirando – también con cierta intención – produce placer sexual y diversas sensaciones, que pueden ir desde un leve escalofrío recorriendo la espina hasta quedarse sin aliento. Es por eso que vale la pena considerar a los ojos como una más de las zonas erógenas, teniendo en cuenta que la vista se lleva buena parte del rol de los sentidos en el goce de la mujer.
Nuestras pupilas se dilatan durante la excitación, lo que nos vuelve más atractivas para quien nos mira. El contacto visual puede ser tan erótico como el contacto físico. Cuanto más tiempo se mantenga dicho contacto, se logra una mayor y más profunda intimidad.
A mí me cuesta mantener el contacto visual durante mucho tiempo. Pero cuando lo hago, es como si mantuviera una conversación muda con la otra persona. Los mensajes que intercambiamos con las miradas suelen tener mucho más significado que cientos de palabras. Y en mi mente, esas palabras mudas desatan todo mi erotismo.
Un simple beso es capaz de disparar un torrente de emociones y sensaciones que recorren el cuerpo y la mente. Miles de millones de diminutas conexiones nerviosas recogen información durante todo el tiempo que dura un beso, y esa información es procesada por el cerebro y traducida en estímulos placenteros. Muchas mujeres pueden experimentar un orgasmo a partir de un beso apasionado y prolongado, incluso aunque no haya ningún contacto genital.
Dentro de las zona erógenas más sensibles, los labios representan la zona más expuesta de nuestros cuerpos. Los estudiosos del tema dicen que, por la gran cantidad de terminaciones nerviosas que contienen, los labios son 100 veces más sensibles que las yemas de los dedos. Y debe ser cierto. Yo amo mantener el contacto de mis labios con otros labios, o con otra piel.
¿Quién es capaz de decir que no siente excitación cuando recibe un beso o una lamida en el lóbulo de la oreja? Pero la excitación proveniente de los oídos no sólo se debe al contacto con la piel de la oreja. Los sonidos también excitan. A las mujeres nos excita el sonido grave de una voz masculina, hablando en susurros, de forma pausada y tranquila (dato al margen: me encanta escuchar a Barry White). A los hombres los excita la voz de una mujer sensual, y ni hablar del sonido de los gemidos de placer.
A nosotras nos gusta que nos hablen al oído. No son tan importantes las palabras utilizadas – siempre y cuando no nos saquen de contexto – como el tono de la voz y la forma de hablar. La combinación del estímulo auditivo con el contacto de unos labios húmedos o una lengua con la piel de la oreja es una fórmula casi infalible. Los susurros, los besos en la oreja, las lamidas y las suaves mordidas en el lóbulo, son una vía rápida al orgasmo. En cambio, la introducción de la lengua en la oreja no produce el mismo efecto, al menos conmigo. Pero es cuestión de gustos; a mí me molesta sentir que una lengua penetra mis canales auditivos.
Convengamos que toda la piel es una zona erógena. Para hombres y mujeres por igual. Prácticamente no hay superficie de la piel que no dispare sensaciones eróticas cuando es acariciada o besada adecuadamente. Pero cada mujer tiene zonas más y menos sensibles. Y como dije antes, lamentablemente es imposible trazar un mapa corporal que señale las zonas erógenas de todas las mujeres.
Sin embargo, hay algunas zonas que son claramente erógenas para un gran número de mujeres. Entre esas zonas “ganadoras” se encuentran los hombros, el cuello y la nuca. Hay muchísimos estudiosos que le buscan la explicación a esto, diciendo que ciertas zonas del cuerpo están representadas en distintos sectores de la corteza cerebral, entonces al enviar un estímulo sensorial, esas zonas hacen que el cerebro libere una sensación de placer.
Yo no le encuentro demasiado sentido a esas explicaciones seudo científicas. Lo cierto es que, si estoy en la oscuridad y de pronto siento una caricia suave o el rozar de unos labios en la nuca, en el cuello o en los hombros, inmediatamente mi cuerpo se estremece de placer.
Los pechos son una zona delicada para toda mujer. Indudablemente son zonas erógenas por excelencia, ya que su estimulación es capaz de llevar por sí sola a la mujer al orgasmo, sin necesidad de que participe el área genital. Pero para una mujer que ha tenido hijos, o peor, que está amamantando, los pechos cumplen una función que nada tiene que ver con el sexo o con lo erótico. Es por eso que deben tratarse con delicadeza; a menos, claro, que la mujer desee lo contrario explícitamente.
La forma ideal de estimular eróticamente los pechos femeninos y, en particular, los pezones, es mediante caricias o besos delicados. La succión de los pezones es tentadora, pero a muchas mamás nos recuerda a las épocas de lactancia y eso puede bajarnos la libido, y hasta resultarnos grotesco. Entonces lo más conveniente es que los besos, caricias o lamidas rodeen al pezón y se extiendan a toda el área de la mama para que la experiencia sea más excitante y gratificante.
Hace poco se difundió la noticia de que las vacunas contra el COVID-19 hacen crecer los senos. Pero no se hagan ilusiones, la verdad no es tan atractiva como nos la cuentan.
Las regiones de la espalda y el abdómen son poco sensibles, por el hecho de que no cuentan con grandes concentraciones de terminales nerviosas, como ocurre con otras zonas, como los pezones, la zona pélvica o el mítico punto G. Pero con esto no quiero decir que se las deba dejar de lado como zonas erógenas.
Lo importante de la espalda y el abdómen es el significado que les damos en el sentido erótico y las expectativas que producen. Una caricia lenta en la espalda, dirigida desde arriba hacia abajo, es señal de que pronto esa caricia llegará hasta los glúteos. Lo mismo ocurre con el abdómen: si la caricia es hacia arriba, acabará en los pechos; si es hacia abajo, acabará en la pelvis.
Cuando recibimos caricias en la espalda o en el abdómen, las mujeres generamos la expectativa de que pronto recibiremos un estímulo intenso en otras zonas más sensibles. Eso nos provoca escalofríos y nos produce una gran excitación. La espalda tiene otro valor agregado: la imposibilidad de ver lo que nos están haciendo. Al eliminar la vista de la ecuación, ponemos toda nuestra atención en los estímulos que recibe la piel de la espalda. Y eso nos excita.
El punto G, o punto de Gräfenberg, es una zona diminuta situada unos centímetros dentro de la vagina, a lo largo de la pared superior. Es muy sensible y a veces puede hincharse cuando se lo toca o se excita. La estimulación del punto G puede provocar una intensa excitación sexual y un orgasmo instantáneo (o incluso un orgasmo espontáneo) en algunas mujeres.
En la piel de los pies también se concentra una gran cantidad de terminaciones nerviosas, que hacen que la estimulación de los pies con masajes, besos, etc. sea increíblemente placentera para cualquier mujer.
Además, los pies tienen la ventaja de ser un fetiche muy común entre los hombres (algo conocido como podofilia), por lo cual, incluir a las extremidades inferiores como parte del juego sexual es algo muy efectivo para que ambos miembros de la pareja logren un clímax más satisfactorio.
La recorrida por el cuerpo femenino recién comienza. Hay muchas más zonas para investigar: cintura, glúteos, cara interna de los muslos, parte posterior de las rodillas… y ni siquiera estoy mencionando los órganos genitales.
La exploración erótica es fascinante, pero no la quiero agotar aquí. Tengo mucho más para contar acerca de nuestras zonas, así que próximamente voy a seguir agregando aquí mis comentarios, opiniones y conocimientos para terminar de definir el complicado mapa erótico de la mujer.
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