En una charla con un amigo caí en la conclusión de que si alguien me quiere cosificar u objetizar, no me importa. Al fin y al cabo, me gusta modelar, me gusta exhibirme, me gusta posar y mostrar mi cuerpo. Por lo tanto, sería algo hipócrita pretender que no me vean como un objeto. Pero acepto que lo hagan con una condición: no me consideren un objeto práctico o útil. No soy ni un mueble, ni un electrodoméstico, ni una mascota, ni mucho menos un juguete sexual.
Si me van a tratar como un objeto, si me van a cosificar u objetizar, quiero que me traten y me cuiden como una obra de arte de valor incalculable. O como un auto de colección. Algo que valoren más que a sus vidas.
Quiero que me admiren; no me importa que se sientan mis dueños mientras lo hacen. Quiero que me exhiban con orgullo, como un trofeo, y que me usen para alardear ante sus amigos. Y que me concedan todos mis caprichos con tal de mantener mi belleza en su máximo esplendor por el mayor tiempo posible.
No soy ingenua: en algún momento mi “dueño” se aburrirá de admirarme. O el paso del tiempo dejará una huella indeleble en mi belleza. O quizás yo me aburra de ser admirada. En ese momento, nos despediremos, nos daremos las gracias por el tiempo compartido y cada uno seguirá su camino. No habrá corazones rotos (por lo menos de mi lado), puesto que no podría enamorarme de alguien que me posee sólo para admirarme.
Un antropólogo explica las razones biológicas que llevan a la sociedad machista a cosificar a las mujeres. Y se refiere particularmente a las glándulas mamarias. Sí, a las tetas.
Este hombre (obvio) llamado Scott Atran, dice que un par de tetas grandes es símbolo de fertilidad. Por lo tanto, la preferencia de los hombres por las mujeres de grandes pechos es una estrategia evolutiva de apareamiento. La explicación es que todas las conductas animales tienen una función para la cual fueron desarrolladas. El problema es que los humanos deberíamos haber evolucionado con respecto a las conductas animales primitivas. Eso es, por lo menos, lo que las mujeres quisiéramos creer.
Pero el antropólogo reconoce también que hoy en día los pechos han dejado su función biológica original para convertirse en una herramienta de marketing. Indudablemente, las tetas venden cualquier cosa: ropa, desodorantes, cerveza, y hasta autos. Este señor lo ejemplifica diciendo que, si un extraterrestre nos visitara, creería que los pechos evolucionaron para vender productos a la humanidad.
Un estudio de la conducta humana con respecto a la percepción visual de la figura femenina y masculina encontró que la percepción puede cambiarse con un poco de entrenamiento. Sí, los hombres pueden entrenarse para que nos dejen de cosificar y de tratar al cuerpo femenino como un objeto destinado a proveerles satisfacción.
El estudio sugiere incluso que se podría usar un antídoto para impedir que las mujeres seamos percibidas como objetos. Señores: prepárense por que próximamente podrían tener que vacunarse contra el machismo. Esperemos que la vacuna no tarde tanto en salir como la del coronavirus.
¿Qué opinas? ¿Estás de acuerdo conmigo o te gustaría que discutiéramos estas ideas sobre cosificar y objetizar a las mujeres? Si quieres, déjame un comentario y lo debatimos tanto como lo desees.
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