Es común que la gente que pasa por experiencias traumáticas, llegando a estar al borde de la muerte, se dedique a escribir libros de autoayuda y se llene de plata. Si a alguna editorial le interesa, yo puedo contar mi historia de forma tal que sirva para ayudar a otros; escucho ofertas…
Igual no me hago ilusiones, no creo que tenga capacidad para la literatura de autoayuda, realmente no es lo mío. Pero la biblioteca de mis viejos está llena de esa clase de libros, y no hay ni uno solo de los que a mí me gustan (los que tienen mucho sexo y emoción), así que para matar el aburrimiento no me queda otra que leer estas cosas para ayudarse a uno mismo.
Hubo uno de esos libros que más o menos me gustó. Se llama El poder del ahora, y trata sobre la búsqueda de la realización espiritual mediante la meditación y la concentración en el ahora. Algo de esto pude aprender y experimentar en las clases de yoga, pero este libro en particular lo trata de una forma más concreta y práctica.
Sin embargo, creo que al autor se le escapó un tópico que podría ser atractivo para mucha gente: cómo el poder del ahora puede mejorar las relaciones sexuales. Me lo leí todo esperando que en algún momento tratara ese tema, pero no lo hizo. Es una pena que a este hombre (se llama Eckhart Tolle) se le haya escapado ese punto tan importante (para mí, por lo menos).
También podés leer mis disquisiciones sobre el slow-sex, que es simplemente una forma de aplicar la conciencia plena al acto sexual.
Voy a intentar explicarlo yo, y de paso veo si tengo capacidad para escribir cosas de autoayuda. El título del libro sería: “Sexo y el poder del ahora” (atención editoriales: a no robarme la idea). Aquí va:
El poder del ahora se basa en aceptar que no existe otra cosa que no sea el presente. No existe ni el pasado ni el futuro. Cada vez que desviamos nuestra atención del instante presente estamos desperdiciando el infinito poder que ese instante nos otorga.
Una forma de no desviar la atención del ahora consiste en poner toda nuestra atención en los sentidos. Enfocar nuestra conciencia en las sensaciones táctiles, gustativas, olfativas, sonoras y visuales. Pero limitarse a percibir sin interpretar, sin tratar de entender, sin juzgar. Si es posible, sin pensar. Sólo aceptar.
Esa es ni más ni menos la clave para lograr una relación sexual plena, y para disfrutarla al máximo. Es simple: no hay que pensar. Toda, absolutamente toda nuestra atención durante el acto sexual tiene que estar puesta en los sentidos, en los estímulos, en captar los perfumes y olores, las texturas, los sabores, las temperaturas, los sonidos e imágenes.
El único obstáculo es nuestro razonamiento. Estamos demasiado acostumbrados a anticipar y a recordar. Entonces, en el medio del acto nos invaden toda clase de pensamientos: “después de esto voy a estar re cansada”, “¿se quedará a dormir o se irá enseguida?”, “la vez pasada no me hizo sentir nada, ¿hoy lo hará mejor?”, “si sabe cuánto me gusta que me agarre de las nalgas, ¿por qué no lo hace?”, y muchos más.
Al inicio de la relación sexual, debemos decirle a nuestra mente que se tome un descanso. Démosle las gracias y hagámosle entender que por un rato no la necesitaremos. Que se relaje y, de ser posible, que directamente se apague, se desconecte.
La concentración en el instante, en el ahora, consigue además que no apuremos las cosas. Si no estamos pensando en lo que pasará después (ese “después” puede ser dentro de 1 día, una hora, 5 minutos o 5 segundos), nos detendremos a disfrutar a pleno de cada sensación. Descubriremos cuánta satisfacción nos da cada pequeña cosa que vemos, oímos, olemos, saboreamos, tocamos o nos toca. No habrá ningún apuro por pasar a “lo que sigue”. Eso que sigue ya llegará, o no; no importa. Lo único que importa es el instante presente. De nada sirve tratar de anticipar lo que pasará, y de nada sirve recordar lo que pasó.
El sexo es un buen terreno de práctica para concentrarse en el ahora. Sabiendo cómo mejoran las relaciones sexuales con el poder del instante presente, esa filosofía se puede llevar a todos los órdenes de la vida. Me imagino, por ejemplo, aplicando el mismo principio en una reunión de trabajo: poner atención a los tonos de voz y a las expresiones de las personas, a la temperatura de la sala, a las texturas de los muebles, a la intensidad y color de las luces, al perfume ambiental… todo eso sin juzgar, sin analizar, sin interpretar. Al centrarse en el momento presente se logra una mágica conexión con el universo, dándole el control de todo, puesto que el universo es mucho más apto que nuestra mente individual para lograr los mejores resultados. Si logramos esa mágica conexión veremos que las cosas fluyen solas, y sólo deberemos dejarnos llevar. Tanto en el sexo como en la vida.
No sé si da para un libro, pero como introducción me parece que no está mal…
Te sugiero leer también mi guía sobre masturbación consciente, para usar esta práctica de autosatisfacción como una forma de meditación.
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Siento que mi mente, mi cuerpo y mi espiritu están bajo tu dominio, imposible resistirme...
No hace falta resistirse, no te haré daño
Con respecto al tema del disfrute del momento en las relaciones sexuales, lo planteas como disfrutar del mismo como si fuera la primera ves en todo. Sin expectativas alguna que la de disfrutar del momento como si lo estuviésemos viviendo todo por primera ves. La sensación de la piel, el disfrute y el goce del momento, los olores. Aislarnos del mundo y ponernos casi como en una "burbuja" y disfrutar del momento como si fuera la primera ves en todo. Ser como niños ante el mundo. Un mundo que está (y estuvo ahí siempre) ahí, pero por no hacer silencio no vemos y no sentimos, y pasa desapercibido. Por eso es un buen ejercicio hacerlo de ves en cuando.....
...sin pensar si lo que estamos viviendo es lindo o feo, sin desear estar en otro lado. Sólo sentir, experimentar, vivir.