El hombre verdaderamente viril

Estoy muy segura de cuánto valoro mi libertad, mi independencia y la posibilidad de tomar mis propias decisiones sin consensuarlas con nadie. Pero cada tanto ocurre algo que me sacude todas esas seguridades desde los cimientos. Como cuando descubrí lo que pienso que es un hombre verdaderamente viril.

Recuerdo que hace un tiempo (cuando todavía se podía viajar libremente en transporte público), mientras volvía a mi casa en colectivo, vi en el asiento de atrás a un papá abrazando a su hijo dormido. Me derretí de la emoción. No podía dejar de mirarlo. El tipo no era físicamente atractivo, pero la dulzura y la ternura con las que miraba a su hijo me llegaron hasta el alma. Deliré un poco con la idea de abrazarlo y susurrarle al oído “haceme un hijo”.

No, ni loca. En este momento de mi vida, la idea de tener otro bebé es una locura. Pero tengo la fantasía de, algún día, poder compartir la crianza de un niño con un padre que lo ame de verdad. Y que lo abrace como lo hacía este tipo que vi en el colectivo. Y lo mire con toda la dulzura del mundo, con sus ojos humedecidos de la emoción.

Un padre amoroso

Si mi hija tuviera un padre así de amoroso, no dudaría en mirar a ese hombre a los ojos y decirle desde lo más profundo de mi corazón “te amo”; cosa que hasta ahora nunca pude hacer con nadie.

Es más, si viera a ese hombre llevar a nuestra hija a la cama, arroparla y darle un beso de buenas noches, apenas saliera del cuarto y cerrara la puerta, me le treparía encima, le arrancaría la ropa y lo violaría ahí nomás (pero con amor, aclaro…).

Sepan algo señores: la verdadera virilidad no tiene que ver con músculos, pelo en pecho, voz gruesa o un miembro grande. Todo eso está bien para pasar el rato. Pero el hombre verdaderamente viril es aquel que ama y cuida a su familia. No sé si a todas las mujeres les pasará lo mismo, pero a mí por lo menos, me excita mucho ver esta clase de virilidad en un hombre.

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