Categories: Pensamientos

El arte del erotismo

El erotismo, ¿puede ser considerado un arte? ¿Son compatibles arte y erotismo?

El tema me vino a la cabeza durante una noche de insomnio. Tengo bastantes noches de insomnio, pero en lugar de angustiarme, o tomar pastillas para dormir, intento relajar mi cuerpo y dejar que mi mente vuele. Y a veces, en ese vuelo, mi mente se pone a reflexionar. Y muuuy de vez en cuando, a mi mente se le ocurre reflexionar sobre algún tema interesante.

Por ejemplo, la otra noche me puse a pensar si el erotismo puede ser considerado un arte, si arte y erotismo son conceptos relacionados o complementarios. Mi primera auto-respuesta fue que sí. Pero como no me conformo con las respuestas simples, me pregunté ¿por qué?

¿Preferís escuchar en vez de leer? No hay problema, en este episodio de mi podcast podés escuchar la narración completa:

Escucha “Reflexiones de una noche de insomnio: El erotismo artístico – Episodio 12” en Spreaker.

No sé si será un síntoma de esquizofrenia, pero me puse a debatir conmigo misma. Fati 1 decía que sí es un arte, y Fati 2 decía que no. Yo quería que ganara Fati 1, pero igual las escuché a las dos.

El debate lo arrancó Fati 2, tirando con artillería pesada.

Discusión mental

Fati 2: A ver, para decir que algo es un arte, tiene que haber un artista, y tiene que haber una obra. Si el erotismo es un arte, ¿cuál es la obra, y quién es el artista?

Fati 1: Bueno, a ver… la obra puede ser cualquier cosa relacionada con el deseo sexual, y el artista es el que produce esa cosa…

Fati 2: No, por favor, esa definición es muy pobre. Si nos basamos en eso, cualquier cosa puede ser erotismo artístico, desde un gemido de placer hasta una película porno. Por favor, explicame mejor lo que para vos es erotismo artístico.

Fati 1: Bueno, esperá. A ver… yo creo que el artista de lo erótico, llamémoslo “erotista”, usa el erotismo para crear arte. Así como el pintor usa colores y lienzos, o el escritor usa palabras, el erotista usa el erotismo como material, por decirlo de alguna manera.

Fati 2: Mmmm… no, no me convence. ¿Cómo el erotismo puede ser un “material”?

Fati 1: Y… cómo te lo puedo explicar… mirá, olvidate de lo del material. En realidad, cualquier obra de arte es como un vehículo que el artista usa para transmitir emociones, sensaciones, sentimientos… y hacer que todo eso llegue hasta el que contempla esa obra de arte, o la escucha, la lee o lo que sea. El pintor, por ejemplo, vuelca sus sentimientos en un cuadro, y quedan plasmados ahí para que el que mira el cuadro los capte y los sienta como propios. Lo que hace el arte es transportar sentimientos, básicamente. El erotismo también puede ser un vehículo. El erotista puede usarlo para transmitir emociones, sensaciones y sentimientos. ¿Se entiende ahora?

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Arte y erotismo: unos simples trazos que insinúan luces y sombras proyectados sobre un cuerpo desnudo son suficientes para dar forma a una obra de arte erótico.

Fati 2: Más o menos. Vos estás diciendo que un artista puede usar el erotismo igual que un pintor usa colores y lienzos. Hasta ahí ponele que lo entiendo. Pero, ¿cuál sería la obra que se crea usando al erotismo, como vos decís, como material o como vehículo?

Fati 1: Mirá, la obra puede ser cualquier cosa. El erotismo entra por cualquiera de los sentidos, pero va más allá, va más adentro, llega hasta tu subconsciente, a tus órganos sexuales. Estimula tus sentidos, pero desde adentro, ¿entendés? Ahí está la magia. Te doy un ejemplo: imaginate una foto de una mujer desnuda. Parada, mirando de frente a la cámara, con la mirada inexpresiva, iluminada con luz blanca, sin sombras. ¿Eso es erotismo?

Fati 2: No, más bien me lo imagino como que la mujer está esperando a que la revise un médico.

Fati 1: Okey, estamos de acuerdo. Ahora, si esa mujer se saca una segunda foto, poniéndose un poco de costado, tapando sus pechos con el brazo y mirando de reojo e insinuando una sonrisa. ¿Ahora sí es erotismo?

Fati 2: Sí, podría ser…

Fati 1: Fantástico, seguimos de acuerdo. La primera foto, ¿qué te transmite?

Fati 2: Nada. Al médico quizás le transmitiría algo, pero…

Fati 1: Olvidate del médico. La segunda foto, ¿qué te transmite?

Fati 2: Y… me imagino esa foto… quizás transmite una sensación de vergüenza, porque se tapa las tetas con el brazo. Y a la vez, una sensación de picardía, porque mira de reojo insinuando una sonrisa.

Fati 1: ¡Sí, perfecto! ¿Y cómo te llegaron esas sensaciones? ¿Cuál fue el vehículo que te las hizo llegar?

Fati 2: Las dos fotos.

Fati 1: ¡No! ¿Cuáles fotos? ¡No hay ninguna foto! Te las imaginaste porque yo te las describí. Primero formaste la idea de una mujer desnuda esperando a que viniera el médico para revisarla. Y no sentiste nada, obviamente. Después formaste la idea de esa misma mujer desnuda, pero ahora con una pose, una actitud. Y captaste sus sensaciones de vergüenza y picardía. Lo que te hizo llegar esas sensaciones fue el E-RO-TIS-MO.

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Arte y erotismo: el erotismo también puede ser un vehículo que transporta sensaciones y sentimientos desde el artista hasta el espectador.

Fati 2: Okey, acá aparentemente estamos ante una obra de arte intangible, hecha de erotismo, según vos decís. No hay foto, no hay nada concreto. ¿Y quién fue el artista? ¿Quién fabricó esta supuesta obra de arte?

Fati 1: Yo. Yo te describí la situación. Yo te mandé erotismo, te fabriqué una obra de arte con erotismo, por así decirlo, que te llegó hasta adentro y te transmitió las sensaciones que describiste.

Fati 2: Ahá… ponele que sí. Pero igual no me queda del todo claro. A ver, por ejemplo, una película erótica, ¿es erotismo artístico?

Fati 1: Depende. ¿Qué sentís cuando ves esa película?

Fati 2: Y, por ahí me dan ganas de coger…

Fati 1: Bien. Me gusta porque decís las cosas sin vueltas. Pero las ganas de coger no son sensaciones ni sentimientos. Básicamente es instinto reproductivo. Para que sea erotismo artístico tiene que transmitir algo más, algo que te llegue más adentro de tu ser, ¿se entiende?

Fati 2: No del todo… A ver, dame un ejemplo…

Haciéndome la película

Fati 1: Mmmm… dejame pensar… Ah, ya sé. Imaginate esta escena: hay un hombre y una mujer en una habitación. Ella está acostada en la cama. Vestida, por ahora. Él también está vestido. Con un traje negro. Zapatos, pantalón, camisa, saco. Camina despacio alrededor de la cama, con unas sogas en la mano. Ella sabe que él la va a atar a la cama, y está decidida a dejarse atar sin poner resistencia. La escena te muestra cómo ella lo sigue con la mirada. Está expectante. No le saca los ojos de encima. ¿Qué sentís?

Fati 2: Y… como una especie de ansiedad…

Fati 1: Ahora él lleva una de las sogas colgando de su mano y la pasa por encima del cuerpo de ella, dejando que la punta de la soga apenas acaricie su cara, sus piernas, sus brazos. Te acercás con tu cámara imaginaria y ves de cerca los brazos de la mujer mientras él las acaricia con la soga. Ves cómo se eriza su piel. ¿Ahora qué sentís?

Fati 2: Siento como que se me eriza la piel.

Fati 1: Bien. Ahora él empieza a atarla con las sogas. Le hace un nudo en una muñeca y ata el otro extremo a una esquina de la cama. Le hace lo mismo en la otra muñeca, después en un tobillo, después en el otro. Cada vez que él tira de alguna de las sogas, a ella se le tensan los músculos, cierra los ojos y aprieta los dientes. ¿Qué sentís?

Fati 2: Un poco de dolor quizás… pero más que nada, excitación.

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Fati 1: Él se queda parado junto a la cama. No hace nada. Sólo la mira y sonríe. Ella está inmovilizada. Respira agitadamente por la boca y no le quita la vista de encima. ¿Qué sentís?

Fati 2: Siento que estoy siendo torturada. Y no sé por qué, pero me gusta.

Fati 1: Ahora él camina hasta una mesa. Agarra una tijera grande y afilada. Vuelve a acercarse a la cama con la tijera en la mano. ¿Qué sentís?

Fati 2: Miedo… bastante miedo.

Fati 1: Ella sigue sin sacarle la vista de encima al chabón. Su respiración se agita cada vez más. Él se le acerca con la tijera en la mano… y la usa para cortarle la ropa y dejarla desnuda. Lo hace muy delicadamente, cuidando de no lastimarla. Después recorre su cuerpo con la punta de sus dedos. Pasa por su cuello, por su pecho…

Fati 2: Se me endurecieron los pezones…

Fati 1: Okey… ¿hace falta que siga? ¿Entendés ahora a qué me refiero con erotismo artístico?

Fati 2: Mirá, más te vale que sigas…

Fati 1: Está bien, está bien, sigo. Ahora él busca un pañuelo y le venda los ojos. Ella queda desnuda, inmovilizada y ciega. Él camina hasta la mesa. Agarra un látigo y lo usa para golpear el piso con fuerza. Ella se estremece y grita. ¿Ahora qué sentís?

Fati 2: Me asusté un poco…

Fati 1: Bueno, ¿ves que cada cosa que te cuento te hace sentir algo? Yo te estoy tirando erotismo, y vos sentís cosas como si las vivieras en carne propia.

Fati 2: Okey, okey. Ya te entendí. Dejame intentarlo, a ver si me sale.

Fati 1: Dale.

Fati 2: Ahora el tipo se pone en bolas. Se sube a la cama y empieza a chuparle las tetas…

Fati 1: ¡Pará, pará! Estás convirtiendo mi obra de arte en una película porno. No es así.

Fati 2: Bueno, ¿y cómo es entonces?

Una obra de arte erótico

Fati 1: Para empezar, no cuentes lo que pasa como si estuvieras relatando un partido de fútbol. No hay apuro, hay que darle tiempo a la imaginación a que trabaje. Segundo, acá tenemos mucho material erótico para trabajar y vos lo estás desperdiciando. Pensá que hay una mujer desnuda, atada a una cama, abierta de brazos y piernas, que encima tiene los ojos vendados. Hay un tipo caminándole alrededor con un látigo en la mano. Ella está totalmente a su merced para que él le haga lo que se le dé la gana. Pero ella se dejó atar. Aceptó ser sometida. Significa que le gusta. La excita, y mucho. La vuelve loca la incertidumbre, el no saber lo que va a pasar. Por su imaginación desfilan miles de escenarios posibles de lo que está por suceder en los próximos minutos. ¿Vas entendiendo?

Fati 2: Sí, sí. Dale, seguí.

Fati 2: Okey. Ahora voy a darle un toque artístico a eso que describiste como que “el tipo se pone en bolas y le chupa las tetas”. Escuchá: ella no puede ver, entonces agudiza sus oídos. Trata de escuchar hasta el más mínimo detalle de lo que pasa a su alrededor. Escucha el ruido de la hebilla de un cinturón, después el cierre de un pantalón. Después escucha el ruido de ropa y zapatos que caen al suelo. Siente que el colchón se hunde en un costado de la cama. Siente el aroma de un desodorante masculino acercándose a su nariz. Finalmente siente la humedad de la saliva mojando su pezón. Su cuerpo tiembla. Abre su boca y deja escapar un gemido de placer.

Fati 2: Impresionante. Seguí, no pares que vas bien.

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Fati 1: …ella siente que el peso del hombre se desplaza por el colchón. Ahora lo siente subiéndose por los pies de la cama. Siente una caricia en sus piernas, y luego, la misma lengua que antes humedeció su pezón, comienza a lamer sus labios vaginales, a besar su clítoris. Su cuerpo se contorsiona en oleadas de placer que lo recorren de punta a punta. ¿Sigo?

Fati 2: ¿A vos qué te parece? ¡Dale!

Fati 1: …ahora siente que el chabón se baja de la cama. Alcanza a escuchar pies descalzos que se alejan. Pero ella quiere que vuelva, que siga, ¡que no la deje así!

Fati 2: ¡No! ¡Que no se vaya!

Fati 1: …se siente desolada. No puede hacer otra cosa más que poner toda su atención en los sonidos. Escucha que el chabón agarra algo de la mesa. Ahora escucha pasos que vuelven. ¿Qué sentís?

Fati 2: Ufff… alivio. Pero ¿qué agarró de la mesa?

Fati 1: …ella siente que se mueve la soga que ata uno de sus brazos. De pronto siente que la soga se corta y su brazo está libre. Lo mismo con el otro brazo, con una pierna y con la otra. Escucha la voz del hombre diciéndole que ya puede quitarse la venda de los ojos. Así lo hace. Mira al hombre desnudo caminando hacia la mesa para dejar la tijera que usó para liberarla de sus ataduras. Después él vuelve a subirse a la cama. Antes de unir su cuerpo con el de ella, hace una pausa para que ella lo mire. Que mire su rostro, su expresión, sus músculos tensos, su pene. Ella se toma todo el tiempo del mundo para mirarlo bien. Después sólo cierra los ojos, abre brazos y piernas, y deja que él la posea.

Fati 2: ¡Bravo! Me quedó clarísimo.

Las voces en mi cabeza finalmente se callaron. Pero yo seguía sin poder dormir. Por suerte siempre tengo a mano, en mi mesa de luz, mi dispositivo anti-insomnio con la batería cargada.

Ahora, si me disculpan, los voy a dejar porque tengo que seguir curándome el insomnio por un rato con este aparatito. Chau.

Fátima Medina

Fotógrafa, escritora, podcaster, madre, ingenua, soñadora, idealista...

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