Quienes más o menos me conocen saben que trabajaba como fotógrafa. Aprendí con un fotógrafo muy groso en verdad. El curso me costó muy caro, pero realmente valió la pena. Aprendí mucho, incluso sobre cómo posar para una foto. Como corolario de ese curso establecí una relación profesional y de amistad con el profe, y gracias a él conseguí varios trabajos.
Como parte de las prácticas del curso hice algunas fotos de estudio con modelos. Ahí aprendí los secretos de fotografiar el cuerpo humano, pero también me di cuenta de lo que realmente implica saber cómo posar para una foto. Me di cuenta de que no es tan fácil como parece. Mi profe daba una serie de directivas a las modelos, que la mayoría de las veces no eran profesionales. Voy a compartir algunas de las indicaciones de mi profe sobre cómo posar para una foto.
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La mirada es el primer detalle en el que se fija el observador de una foto con modelo vivo. La (o el) modelo debe saber concentrar en su mirada todo aquello que se intenta expresar con la foto.
Según la foto que se necesite hacer, puede ser necesario que la modelo mire directamente a la cámara o que mire hacia algún punto distante. En los estudios se usa iluminación intensa y dirigida, lo que hace que sea difícil mantener los ojos abiertos y sin parpadear durante todo el tiempo que dura la toma.
Un truco para evitar parpadear mucho durante la toma consiste en mantener los ojos cerrados y relajados un rato (unos cuantos segundo) en los momentos previos a la toma.
En fotografía de estudio con modelo vivo, es común que el único elemento de la foto sea la modelo: sólo su cuerpo sobre un fondo liso. Entonces cada uno de los detalles de su postura deben estar perfectamente cuidados, puesto que no hay ningún otro elemento en la imagen para transmitir lo que el fotógrafo busca.
Lo más importante de una postura es que no parezca forzada. Sea cual sea la postura que deba adoptar la modelo, ésta debe estar relajada. No debe haber tensión en los músculos, salvo que se busque justamente mostrar músculos tensos, en cuyo caso el trabajo de la o el modelo es aún más difícil. El fotógrafo debe saber guiar a la modelo para explicarle cómo posar para una foto.
Para que la modelo pueda mantener la postura durante todo el tiempo que dura la toma, el fotógrafo debe trabajar con ella y lograr que se mantenga en una postura estable y a la vez cómoda. Este trabajo requiere a veces de muco tiempo y de una buena comunicación entre fotógrafo y modelo.
Cierta destreza física puede ser necesaria si la foto lo requiere, pero en tal caso el fotógrafo deberá buscar una modelo que cumpla con ese requisito específico.
Para lograr la expresión exacta se requiere de un arduo trabajo previo a la toma. Mi profe decía que en sesiones con modelo vivo, el fotógrafo es como un director de cine, y la modelo, como una actriz. La modelo debe “meterse en el papel”, en la misma forma en que lo hace una actriz.
El fotógrafo debe poner a la modelo en situación, para que ésta adopte la expresión exacta de lo que el fotógrafo intenta captar en la foto. Para saber cómo posar para una foto mostrando la expresión adecuada, puede hacer falta mucho ensayo. Es conveniente que la modelo ensaye mucho tiempo frente al espejo hasta conseguir la expresión justa.
A veces, las sesiones son muy largas. La modelo debe llegar muy descansada y con mucha energía para poder afrontar las sesiones más extensas y agotadoras. El agotamiento no es sólo físico, sino también mental, con lo cual no sólo se debe descansar el cuerpo, sino también la mente.
Saber cómo posar para una foto implica también la disciplina para tomarse el necesario descanso previo para poder trabajar bien; nada de ir a una sesión después de una noche sin dormir.
Otras recomendaciones incluyen comer algo antes de la sesión, pero nada pesado que luego te cause un malestar. La pesadez puede afectar negativamente tus posturas y tus expresiones.
Un fotógrafo profesional sabe cómo hacer sentir cómoda y segura a la modelo para que ésta no tenga miedo de quitarse la ropa (hasta donde haga falta) y exhibir su cuerpo.
Este último punto es a veces el más crítico. Es el que distingue a una modelo profesional de una aficionada. Me refiero a la confianza para exhibir el propio cuerpo, ya sea con ropa o sin ella.
El pudor no suele ser problema. En términos de cómo posar para una foto, el pudor es lo más fácil de vencer. Un fotógrafo profesional debe saber cómo hacer sentir cómoda y segura a la modelo para que ésta no tenga miedo de quitarse la ropa (hasta donde haga falta) y exhibir su cuerpo.
El principal problema son nuestros puntos débiles. Todos tenemos puntos débiles y tratamos de ocultarlos. A veces se disimulan con maquillaje: ojeras, lunares, cicatrices. Otras veces, no se oculta con nada: una nariz muy grande, unas piernas muy flacas, unos hombros muy huesudos, o algún kilo de más en el abdomen.
Lo cierto es que para ser modelo no hace falta ser ni joven ni bella. Para saber cómo posar para una foto, la modelo debe tenerse confianza y debe confiar en el fotógrafo. Ella debe saber que no es su responsabilidad esconder sus puntos débiles, aunque inconscientemente va a tratar de hacerlo (todos lo hacemos, aunque no seamos modelos).
El fotógrafo debe trabajar con la modelo para transmitirle confianza, de forma tal que no tema mostrarse con total libertad. Si hace falta ocultar algún defecto, el fotógrafo sabrá cómo hacerlo.
No soy modelo profesional, pero trabajé como modelo, antes de ser mamá. Fue una situación bastante fortuita.
Hace un tiempo, mi profe de fotografía me llamó por que tenía una necesidad imperiosa. Resulta que una parte del curso que dicta trata sobre fotografía con modelo vivo. Para quienes no saben lo que eso significa, lo explico: es una forma de fotografía artística que consiste en retratar a un modelo (hombre o mujer) desnudo.
El problema que tenía mi profe era que necesitaba dar la clase y no tenía modelo. Es decir, tenía modelo masculino, pero para la clase necesitaba un hombre y una mujer. Y la modelo mujer estaba enferma, y le avisó demasiado sobre la hora como para suspender la clase. Y la suplente ni le contestaba el teléfono. Teniendo en cuenta lo que cuesta el curso, los alumnos se iban a enojar mucho si no daba una buena clase de fotografía con modelo vivo.
Así que me llamó a mi. No para que yo fuera la modelo, sino para ver si yo conocía a alguna que pudiera hacer el trabajo. Pero lamentablemente no, hacía mucho tiempo que no hacía fotografía artística, por lo que no tenía ningún contacto con modelos. Tuve que decirle, con mucha tristeza, que no podía ayudarlo.
Pero después de que corté con él, me quedé pensando: ¿por qué no yo? Sé cómo es el trabajo, estuve en muchas sesiones con modelo vivo; siempre del otro lado de la lente, pero sé lo que se necesita, sé lo que el fotógrafo espera de la modelo y sé cómo posar para una foto. No hace falta un cuerpo escultural ni una belleza abrumadora.
Sólo hay que tener cierta plasticidad (que tengo gracias al yoga) y la capacidad de expresarse con el cuerpo. Creo que también tengo algo de eso, por naturaleza. Además, de chica siempre ganaba cuando jugábamos a las estatuas. Y en momentos de crisis laboral, cualquier ingreso extra era bienvenido.
Así que lo llamé y me ofrecí para ser su modelo vivo.
Su primera reacción fue pensar que lo estaba jodiendo. Pero cuando dejó de reírse, lo pensó mejor y no hizo falta que yo le dijera mis razones.
-Pero… ¿estás segura? ¿vos sabés cómo posar para una foto?
-Si, Jaime. Necesito laburar, sabés que en las revistas hay poco laburo y cada vez hay menos bautismos y casamientos. Y en los pocos que hay, son tan ratas que se conforman con sacar fotos con los celulares.
-Es que para mí es un riesgo, ¿entendés? Mis alumnos esperan un cierto nivel de profesionalismo… y para vos sería la primera vez…
-Dale, ¿alguna vez te decepcioné?
-Como fotógrafa, no. Pero como modelo… qué sé yo…
-¿Qué, ahora me vas a decir que no hice un buen trabajo cuando posé para vos?
(no voy a entrar en los detalles de mi historia con el profe)
-Bueno, sí, pero eso no fue un trabajo…
-Jaime, dale, teneme un poco de fe…
-Bue… OK, está bien, pero sólo por que estoy desesperado. La clase empieza a las siete.
-Seis y media estoy por ahí.
-Madre mía, en qué me estoy metiendo… bueno dale, te espero. Ah, y… depilate las piernas…
Le corté sin saludarlo. ¿Cómo me va a decir que me depile? ¿Qué se cree que soy, una chimpancé del zoológico? O sea, era cierto que tenía que depilarme, pero me ofendió que creyera que me lo tenía que aclarar. Como si yo no supiera cómo posar para una foto.
Además de depilarme, tenía que encremarme de pies a cabeza, sino las luces del estudio me iban a tratar con mucha crueldad. Eran las cuatro, así que tenía tres horas nomás (perdón, dos horas y media) para bañarme y hacer todo lo demás.
Estaba emocionada. El corazón me latía fuerte.
Para no hacer tan largo el relato, termino aquí aquí esta parte de la historia. Más adelante les cuento cómo fue la sesión de fotos en la que debuté como modelo vivo.
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